Ganas. A mil. A diez mil. A millones. Ganas de que el tiempo se pare y solo estemos tu y yo. En ese encuentro, radiante y eterno, donde hacer lo que quisiésemos, y no dejase de besarte, de desgastarte los labios y robarte por completo la respiración, cada vez de una forma diferente, para ver y elegir la que más nos uniese, para contemplar tus ojos, abriendo así los míos, y estar segura de que se cierran a la vez, para así, al unísono, dejarnos llevar por la magia y elegancia de esos besos. En un tiempo que nadie pueda controlar, que jamás acabe, en el que los minutos y segundos no existan, en ese tiempo tan bonito y perfecto, en nuestro tiempo.